Estos grabados pertenecen a una de las obras más hermosas publicadas sobre animales microscópicos e invertebrados. Cada grabado es de una perfección sin igual. De ellos fascina su armonía compositiva y la asombrosa diversidad de las formas naturales que presenta. Todo un placer visual e intelectual.
La obra que los contiene es "Kunstformen von der Natur" o "Formas de arte de la Naturaleza" del biólogo evolucionista alemán Ernst Haeckel, 1834-1919. En total realizó 100 láminas en las que figuran varios miles de especies.
Ambos son muy diferentes, pero los dos confluyen en la magnitud de su inspiración y su peculiar
originalidad.
Los dos llevaban en su ser la fuerza de la inmensa ola del romanticismo que atravesó el siglo XIX.
WILLIAM BLAKE
Isaac Newton
La Divina Comedia
Abel
Cantares de Inocencia
Un árbol envenenado (Cantos de Experiencia)
Jerusalen
Paraíso Perdido. Milton
Jerusalén
WILLIAM BLAKE: Misticismo
Los dibujos de Blake son como una llama ardiente: él es asombroso, espiritual y a la vez extraño. Su mundo te invade tanto con la pasión de sus colores como por su trazo conmovido.
En los grabados iluminados de Canciones de Experiencia e Inocencia, enternece ese toque íntimo, casi familiar, que trasmiten las láminas cuando las ves, con sus bordes algo manchados y sus trazos decorativos invadiendo las palabras. A menudo contemplamos un ímpetu precipitado que se impone sin detenerse en detalles o precisiones. Es la furia de la pasión de Blake, que se cuela entre las dulces curvas y los vivos colores.
Las ilustraciones de "La Divina Comedia" de Dante, "El paraíso Perdido" de Milton o La Biblia, son más simbólicas y contundentes. Impresionan hasta la perplejidad por la fantasía de sus escenas, las torsiones expresivas de los cuerpos, las composiciones audaces en las que los personajes dialogan, a veces como exclamaciones vivas, con los dioses, el destino o el enigma de la vida. Y de fondo, siempre, tonos sobrios y misteriosos, que junto al dibujo inflamado de Blake, contribuyen a crear una poderosa llama mística.
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"William Blake (1757 – 1827) fue un poeta, pintor, grabador y místico inglés. Aunque permaneció en gran parte desconocido durante el transcurso de su vida, actualmente el trabajo de Blake cuenta con una alta consideración. Por la relación que en su obra tienen la poesía y sus grabados respectivos suele ponerse a Blake como ejemplo del «artista total». Según el periódico The Guardian,
«William Blake es con gran margen el mayor artista que Gran Bretaña ha producido».
"Su obra, fantástica en todos los sentidos, no puede entenderse si no es de forma conjunta con sus visiones y sus particulares creencias, del mismo modo que sus grabados no pueden entenderse sino de forma conjunta con sus poemas. De hecho, Blake consideraba esas dos facetas de su arte como un Uno indisoluble. Para su desgracia, no fue apreciado por sus contemporáneos, y no fue hasta la segunda mitad del siglo XIX cuando comenzaron a admirar sus bellas creaciones." De Javier García Blanco: http://arssecreta.com/?p=266
...Sobre sus pinturas iluminadas:
"...En 1788, Blake comenzó a experimentar la técnica del aguafuerte, método usado para ilustrar la mayoría de sus libros de poemas. Este proceso es también denominado como impresión iluminada y lo que produce, libros iluminados o impresiones iluminadas.
La impresión iluminada implicaba escribir el texto de los poemas en planchas de cobre con plumas y cepillos, usando un medio resistente al ácido. Las ilustraciones podían aparecer junto al texto de igual modo que los manuscritos iluminados medievales. Luego bañaba las placas en ácido para disolver el cobre no tratado y dejar únicamente el diseño. Las páginas impresas con estas placas tenían que ser recoloreadas a mano con pinturas al agua y después se cosían para formar un volumen. Blake utilizó esta técnica en cuatro de sus trabajos: Canciones de inocencia y de experiencia, The Book of Thel, El matrimonio del cielo y el infierno y Jerusalem."
Wikipedia
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La mosca
LA MOSCA
Pequeña mosca,
tu jugueteo veraniego
fue truncado
por mi descuidada mano.
¿No soy yo
una mosca como tú?
¿O no eres tú
un hombre como yo?
Porque bailo
y bebo, y canto
hasta que alguna mano ciega
me barre el ala.
Si el pensamiento es vida,
fortaleza y aliento;
y la carencia
de pensamiento es muerte;
entonces yo soy
una mosca feliz,
ya vivo, ya muerto.
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(W. Blake: Cantares de Experiencia)
El anciano de los días
“Si las puertas de la percepción se purificasen, cada
cosa aparecería al hombre como es, infinita.
W. Blake
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GUSTAVE DORE
La Divina Comedia: Infierno
El Quijote. Sancho Panza y su burro
Don Quijote
El Quijote
La Divina Comedia: El Purgatorio
La Divina Comedia: El Infierno
El Paraíso perdido (detalle)
La Biblia
Paraíso Perdido
Paraíso perdido (detalle)
La Divina Comedia: Dante y Beatriz en el Paraíso
GUSTAVE DORÉ: El dibujo hecho vida
Paul Gustave Doré (1832 –1883) fue un artista francés, grabador e ilustrador.
Decir Doré es decir el arte del grabado llevado a su máxima expresión. La belleza de este técnica basada en líneas, degradados monocromos y contrastes se sublima con el dinamismo y la creatividad de este genial artista. Porque si algo nos impacta de él es la fuerza vital que tienen sus personajes, a menudo enmarcados en una descomunal naturaleza. Las mejores de sus obras nos ofrecen escenas vivas donde se agitan las pasiones humanas bajo la belleza soberbia de los elementos. O se empequeñecen ante fuerzas sobrenaturales agigantadas. En ilustraciones como las de "La Divina Comedia" de Dante, o "El paraíso perdido" de Milton, el romanticismo se cubre, además, de un bello toque de trascendencia.
Sentimientos de coloso, imaginación desbordada y una maestría sin igual en el dibujo hacen que las obras de Doré se sitúen entre las más hermosas del arte del siglo XIX y de toda la historia de la ilustración.
En la Edad Media, hasta 1450 aproximadamente, año en que se inventó la imprenta, los libros eran comparables a una joya, una rara joya. Cada uno era único.
El libro se hacía completamente a mano. Cada letra y cada dibujo se pintaba primorosamente.
Al comienzo de la Edad Media, los manuscritos iluminados solían realizarse en los monasterios, para su propio uso o para regalar; pero posteriormente comenzó a comercializarse entre las clases más pudientes.
Se les llamaba iluminados porque se usaba oro o plata auténtica en sus dibujos, con lo que brillaban espectacularmente. Pero incluso si no se añadían estas pinturas especiales, los manuscritos con imágenes coloreadas seguían siendo de una gran belleza decorativa, auténticas obras de arte.
Todo príncipe de esta época gozaba de su particular manuscrito, trabajado exclusivamente para su disfrute. No existían dos iguales.
Calígrafos y pintores se ponían manos a la obra para ofrecer este despliegue de creatividad y finura.
Estas hojas manuscritas y decoradas pertenecen a un libro escrito en 1460, "Epitre d'Othea" por Christine dePizan, la primera mujer conocida que pudo dedicarse a la escritura de manera profesional, es decir, vivió de ello. La osada mujer nació en la corte de Carlos V de Valois, en Francia, pues su padre era médico del rey, y tuvo la suerte de tener una buena educación. Al morir su marido y dejarla sola con hijos a los que mantener, decidió sacar partido a su talento de escritora. Y tuvo éxito; gracias a sus contactos con la aristocracia vendió libros y hasta disfrutó de un mecenas. Pero ella, sobre todo, es recordada y valorada hoy en día, por ser una de las primeras defensoras de los derechos de las mujeres, rebelándose con su ágil pluma contra los prejuicios que relegaban a la mujer a un segundo plano. Su obra más famosa es "La ciudad de las mujeres".
Esta obra no trata de eso, sino que es un compendio de instrucciones morales para enseñar al joven noble a ser un perfecto caballero. Como se puede ver en las imágenes, abunda la fantasía, las historias de conquistas, las luchas con dragones y monstruos y el bello amor cortés, tan idealizado en la época.
Los dibujos sorprenden por su sencillez y su ingenuidad; por esa imaginación espontánea, que recuerda el arte directo de los niños, y que se alimentaba de las tradiciones, fantasías y valores de la Edad Media, donde la realidad y la magia a menudo se daban la mano.
Las letras del finísimo calígrafo, los expresivos dibujos, y la belleza de las letras que encabezan los capítulos hacían de éste, y de tantos otros libros, una pieza plena de belleza, pero también de calidez, pues en ella puede palparse el amor y la dedicación de sus creadores.
Hoy me viene a la mente ese magnífico cuadro de Sorolla en el que varios niños desnudos juegan tumbados sobre la orilla, bañados por el agua y la radiante luz mediterránea. Están modelados con suavidad infantil, por esa luz, igual de clara e inocente; son formas refulgentes como pececillos que brincaran sobre el agua; son cuerpecillos resbaladizos, imparables y rosados. Es la belleza de los cuerpos infantiles, insuflados de vitalidad, canciones y novedad redondeada. Es la belleza limpia que sólo juega, pregunta y adivina a través de los ojos de los niños.
Cuando contemplamos el cuerpo de los adolescentes, a medio camino entre la ignorante e ingenua curva y el incipiente ángulo desafiante, somos testigos de cómo se insinúa un gran plan. El dibujo todavía es dudoso e inacabado (hasta locamente desaliñado) pero el corazón que lo anima, sensible y enérgico, esconde idealismo, ansias, proyectos, abrazos al mundo incógnito... Los jóvenes adolescentes son como caballos salvajes y puros que van en manadas devorando horizontes.
El hombre en su plenitud, entre los veinte y cuarenta años, está en el mediodía de la vida.
Él es ya un mediodía inundado de sol, poderoso y a la vez con pequeñas grietas. Su cuerpo ya ha llegado al máximo posible de su propia belleza. El músculo se ha terminado. La voluntad ha cobrado forma. Los huesos se han expandido ya en su misión de sostener la perfección física. La piel ha seguido, sumisa, la línea prevista: ondulada en dinámicas curvas de mujer o tensa en los móviles ángulos de un hombre. Las líneas del rostro van reflejando el devenir del alma; el firmamento de la carne oculta infinidad de estrellas, meteoros, agujeros negros, cometas...
La vejez es la idea final, el resultado, el fruto interno que se ofrece desnudo de color pero de intenso sabor. El esplendor físico se va yendo, despacio, muy despacio, dejando paso al trazado del pensamiento, que como resumen de toda una vida, va a posarse en la mirada. Desde allí, según la ruta seguida del alma, brillará o morirá, cantará una sonata lenta o se fundirá en lluvia cansada.
Más allá de este proceso natural y de esta belleza evolutiva, el rostro, en sí mismo es siempre una suprema obra de arte.
Hace tiempo leí una experiencia de contacto con seres de otras dimensiones: el "ser" decía al humano, al que indudablemente percibía desde una fresca objetividad:
"No sabéis lo hermosos que os ponéis... cuando amáis".
BAJO TU CLARA SOMBRA. OCTAVIO PAZ Un cuerpo, un cuerpo solo, sólo un cuerpo un cuerpo como día derramado y noche devorada; la luz de unos cabellos que no apaciguan nunca la sombra de mi tacto; una garganta, un vientre que amanece como el mar que se enciende cuando toca la frente de la aurora; unos tobillos, puentes del verano; unos muslos nocturnos que se hunden en la música verde de la tarde; un pecho que se alza y arrasa las espumas; un cuello, sólo un cuello, unas manos tan sólo, unas palabras lentas que descienden como arena caída en otra arena…. Esto que se me escapa, agua y delicia obscura, mar naciendo o muriendo; estos labios y dientes, estos ojos hambrientos, me desnudan de mí y su furiosa gracia me levanta hasta los quietos cielos donde vibra el instante; la cima de los besos, la plenitud del mundo y de sus formas. Octavio Paz Recitado por mí: