Cuentos bajo la almohada: octubre 2019

Antonio Porpetta. El milagro




EL MILAGRO


Si un día al despertar veis que
en los brazos
os han crecido ramas,
que minúsculas hojas como estrellas
brotan de vuestros dedos,
y que la piel se os cubre lentamente
de un musgo serenísimo.

Si no podéis andar, porque una hermosa
maraña de raíces
nace de vuestros pies y os encadena
buscando entre la tierra las ocultas
respuestas a la sed, el ciego origen
de la piedra y el agua.

Si el viento es algo más que una llamada
batiendo los cristales,
y se acerca a vosotros y os acuna
con antiguas canciones,
desvelando a los pájaros lejanos
que os arden en el pecho.

Si el río es un vecino venerable
y su voz os alienta y acompaña
en las tardes oscuras,
y alumbra vuestros ojos describiendo
sus remotas andanzas,
el clamor de sus huellas imposibles...

No temáis, el milagro
se ha hecho luz vegetal, fructificada
promesa en vuestra sangre:

Árboles sois, anclados universos,
esperanzas de humanas primaveras,
prisioneros y libres. No os preocupe
la especie ni la forma;
es igual ser ciprés, nogal, olivo,
araucaria o enebro. Lo que importa
es disponer de sombra y ofrecerla
a todo caminante,
vigilar en silencio los cruceros,
y aguardar la llegada de quien quiera
grabar en vuestro tronco
unas pocas palabras de tristeza,
un radiante dibujo de alegría,
o una fecha de amor entre iniciales.


Antonio Porpetta



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Sorolla traspasa los sentidos.












Sorolla traspasa los sentidos: vitalidad, luz, movimiento, belleza...
Sus cuadros rebosan alegría de vivir,  deleite infantil,  claridad,  regocijo. Todo esto nos lo trasmite por medio de su tratamiento del color, único en la historia del arte. Estos colores siempre van mezclados con mucho blanco, como si su pupila estuviera casi cegada de tanta luz;  Sus trazos maestros, sueltos, elásticos y vigorosos aportan el dinamismo que hacen de cada pintura una instantánea vívida y fresca. Pero es esa irradiación de luz pura del mediterráneo, siempre transparente y entusiasmada, captada con absoluta precisión y derramada por todos sus cuadros, lo que convierte estas imágenes en algo trascendente.

Otra característica de sus cuadros es el punto de vista que toma: se trata de una mirada realista  y sólo idealizada por su lírico sentido del color. Los personajes son observados desde afuera y fusionados al paisaje, como en una novela costumbrista. La mirada de niños, mujeres y hombres no suelen dirigirse al pintor, con lo que nos convertimos en espectadores externos de un mundo en que las personas ríen, juegan, conversan, y avanzan en su día a día, satisfechas de sí mismas y en perfecta comunión con el mundo.  

La belleza de los cuadros de Sorolla es muy llamativa, pero no es estática, rígida o decorativa, como en tantos cuadros realistas de su época, sino que su pincelada particular la dota de una vitalidad y un ritmo contagioso.

Sorolla es para contemplarlo con la mente en blanco, abierta a las ondas del color más armonioso, fluido y vibrante. 
Nunca hubo tanta alegría radiante en la pintura.


Biografía del pintor:
http://es.wikipedia.org/wiki/Sorolla
http://www.biografiasyvidas.com/biografia/k/kandinsky.htm

La Piedad, Miguel Angel


La Piedad de Miguel Angel Buonarroti
(Google Imágenes)



















Fotografías en blanco y negro pertenecientes a Robert Hupka:

Robert Hupka fotografió durante una noche entera todos los ángulos posibles de La Piedad. Gracias a él podemos apreciar muchísimos más detalles de los que habitualmente vemos en una imagen frontal.

Cuando le preguntaron sobre su impresión de la Piedad, él respondió:
"Por primera vez en mi vida me he encontrado ante la verdadera grandeza"


***


Enamorada de esta escultura, desde que la vi por primera vez en un libro de arte, no podían faltar en mi blog unas palabras que mínimamente tradujeran el estado casi de veneración que siento hacia esta maravillosa obra.
Y no hablaría de adoración religiosa, aunque el tema cristiano es lo que la anima, sino de veneración estética; que no es menos, porque determinadas estéticas, como ésta, tocan la cima del arte y elevan al contemplador hacia un terreno inmaterial donde nuestra percepción toma tintes etéreos y espirituales.

No sé que es más hermoso en ella, si su forma física, en la que el mármol queda trascendido al convertirse casi en carne humana; la manera en que está expresada la idea religiosa, mediante un triángulo ascendente al que las figuras se acoplan, y que dota a toda la obra de una grandeza y serenidad soberbia; o la belleza, casi divina, de los rostros.

El rostro de esa jovencísima virgen es la imagen viva de la serenidad, de la aceptación y la asunción de un destino inevitable. Pero en él no hay resignación, sino sabiduría. Es el rostro de una diosa, frágil y pequeño, pero lleno de poder, capaz de contener entre sus brazos todo el sufrimiento; capaz de consolarlo tan sólo con una mirada. Esa mirada piadosa pero contenida de la mujer conlleva en sí tanto amor como inteligencia. Y esa mirada magnánima podemos extenderla también a la forma del gigantesco cuerpo, sólido y acogedor, desbordándose por los pliegues magistrales y generosos del vestido.

Pero el rostro de Jesucristo, con su cuerpo vencido, es igualmente sobrecogedor, pues en él está trazada la alegría triunfante y la serenidad que da saber que su muerte es un paso hacia la resurrección.
Sus manos muertas siguen vivas en la piedra, sus ojos cerrados siguen hablando... y mientras un hombre se acerque a la escultura, ellos seguirán contando su historia de dolor y gloria.

Manos, pies, perfiles, frentes, piernas, venas... Jamás el mármol se vistió de carne de esa manera; jamás comunicó la muerte y la vida, la ternura, la sabiduría y el amor, como en esta obra sublime.



***

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La Sibyla; un rostro singular
http://vientodepaz.blogspot.com/2015/10/la-sibyla-un-rostro-singular.html

Gauguin. El sueño pausado.






















Pinturas de Paul Gauguin



Gauguin es inclasificable. Es simplemente él, pintando a su modo, sin concesiones a la moda de su tiempo, con absoluta libertad, y con el placer de ser el único dueño de su arte. ¿Es quizá su lenguaje propio, espontáneo e íntimo lo que nos fascina?
Gauguin no pinta la naturaleza, el paisaje y las personas de un mundo ideal; pinta las vibraciones de su alma en un entorno ideal. Plasma los colores que capta su retina, envueltos en la música anhelante de su mundo interior; ésa que le brota, a veces con paz y otras con melancolía o nostalgia de una realidad imposible. Las mujeres de su isla, tan retratadas, no son tales: posan para él. Son figuras que posan, regalándole sus formas y colores para que él las transforme en poesía. Ellas forman parte de su ideario interno como formas dispuestas en una gran composición perfecta. Ese mundo hermoso, que escapa de todas sus pinceladas, obedece al emotivo paisaje de su mente, el cual va tomando de la naturaleza y de las gentes sencillas, el gesto, la forma dulce, libre y entregada.

En todas sus originalísimas composiciones vemos un ritmo lento y profundo, como detenido en el tiempo; un color evocador que es una delicia para los ojos. Sus cuadros nos trasmiten calma y encanto, pero también late, en algunos de ellos, una chispa de amenaza, o quizá inquietud, como si la belleza desnuda pudiera quebrarse de un momento a otro.
En definitiva, contemplando sus cuadros, siento desprenderse una melodía lírica y pausada, que va dejándome un regusto a verdad, a ensueño, a ideal vibrante.


Biografía de Gauguin:

http://www.epdlp.com/pintor.php?id=254

Simbolismo. El misterio abre la puerta


                                           EL MISTERIO ABRE LA PUERTA. SIMBOLISMO en el arte

File:Gustave Moreau 005.jpg
Edipo y la esfinge, Gustave Moreau

Musa del arte. Alphonse Osbert


Vértigo. Leon Spilliaert



El sueño. Pierre Cecile Puvis de Chevannes



El día (una figura). Ferdinand Hodler




Orfeo. Odilon Redon




La sensación. Ferdinand Hodler

La esperanza. George Frederick Watts



 El símbolo abre puertas. Y los simbolistas lo sabían. Tomaron símbolos universales: el amor, la muerte, la soledad, el más allá, Dios y el diablo... y les dieron formas. Cada forma debía sugerir un río de sensaciones; debían tocar lo profundo y despertar una pequeña exaltación en el alma del espectador; o levantar una montaña de misterios; o llevarle al porqué de su propia existencia.

 La imagen ya no reproduce; ahora evoca. Es una flecha que dispara emociones, o despierta al búho del inconsciente.

  El simbolismo enraiza en el romanticismo, pero prescinde de su lirismo enardecido y sentimental y va directo al impacto. Nos trae ideas; las intelectualiza, pero sobre todo las poetiza, transformándolas en sueños (o pesadillas). Se inicia así un camino que puede transitar lo oculto o el lado profundo de la mente.

  No todos los pintores usaban símbolos universales; algunos recurrían a una simbología propia, interna, hermética y cargada de tensión, con lo que nacían pinturas extrañas y fascinantes.

  Tras estos delirios pictóricos resurgirá el realismo con su intento de volver los ojos al mundo material, al detalle concreto y palpable. Pero la puerta de la subjetividad,  los sueños, la emoción y la irracionalidad ya ha quedado completamente abierta. El camino que asoma a lo lejos tiene piedras y árboles inimaginables, pero sin duda será recorrido con asombro por surrealistas, dadaístas, futuristas, abstractos, metafísicos, neorrománticos y todos aquellos que enarbolan la bandera de la fantasía.


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Maite Sánchez Romero (Volarela)