Cuentos bajo la almohada: septiembre 2020

Rosas en la ceniza. Relato breve sobre un perro intrépido

 

                                                Pintura de Eulogio Díaz del Corral
 

 

ROSAS EN LA CENIZA

 

  Yo nunca le llamo mi amo. Le digo, mi compañero.
Como perro anciano que soy, he vivido mucho, y he sentido más, sobre todo afecto por mi leal compañero. Puedo decir que he sido feliz y no he conocido la dureza de la vida y el sufrimiento extremo hasta aquellos días de noviembre en que el furor de una bestia desconocida se desató sobre nosotros.

  Yo estaba soñando en mi acogedora cama, en unos de esos sueños profundos que no permiten oír absolutamente nada del exterior, cuando dentro de mi propio sueño sentí un fuertísimo golpe y desperté oyendo a mi lado unos gritos atroces. El espanto al incorporarme fue brutal, como un mazazo de la vida inesperado, ciego, sin piedad.    No quedaba nada de mi casa. El terremoto había aplastado hasta el último resquicio de racionalidad. Todo estaba roto, despedazado, derrumbado, aniquilado. Había en el cielo una inmensa nube de color café que acaparaba toda la atmosfera e impedía respirar. Creo que era nuestra descomunal angustia, que flotaba dolorosamente sobre nosotros mismos. Pero tras las cuchilladas del impacto y el desconcierto, mi siguiente pensamiento fue él, mi entrañable compañero. Recordaba que antes de dormirme había salido a la calle. No había tal calle ya… sólo el caos mordiendo mis patas. Pero el cometido de mi vida era encontrar a mi amigo. Conocía de memoria, no sólo el olor de cada parte de su cuerpo de once años, sino también el ritmo y sonido exacto de los latidos de su corazón. Cuando era un bebé, él me buscaba y se abrazaba a mí, asombrando a todos ese lazo único que nos unía. Eché a correr con mis latidos ansiosos en su búsqueda, atravesando los vidrios de la muerte en el desangrado páramo de la desesperación:  lamentos, heridos, agonías, gritos, destrucción...  o el mismo  infierno abriéndose como una inmensa llaga sobre aquel desvalido rincón del mundo.

  Una persona, loca de rabia, me dio una patada justo en la herida de mi pata trasera izquierda, provocada por la estantería que cayó sobre mí. Por ello cojeaba aún más, convirtiéndose en un suplicio avanzar con tanto dolor. Pero algo en mí me daba fuerzas para seguir. Sentía débilmente las pulsaciones de mi compañero en mi interior. Comprendía que no podía estar lejos. Vi un grupo de perros de salvamento trabajando con una pasión desenfrenada. Vi muchas personas ayudando a otras personas. Vi que la compasión, como una nube ligerísima de color naranja, penetraba suavemente el espacio de la nube negra de la angustia. Sobre toda aquella escena de devastación vi mezclarse, en un torbellino de colores que ascendían, el amor al dolor, el miedo a la esperanza, la vida a la muerte. Y un extraño olor a rosas se interponia entre el olor de las lágrimas y el de la desolación.

  Bajo un enorme montón de escombros estaba él. Lo había encontrado. Las pulsaciones aumentaban de volumen según me acercaba. Ya no podía contener la emoción, por lo que al llegar, gemí y gemí con todas mis fuerzas sobre aquel montón de ruinas. Repetí mi súplica durante horas, hasta que se acercó un perro de salvamento. Con una fuerza y resolución propia de un dios, apartó maderos y ladrillos. Entonces llegaron los hombres y sacaron a mi compañero. Estaba inconsciente, pero vivo. En un momento dado del rescate, cuando lo estaban colocando en una camilla, noté que mi corazón latía con más fuerza que nunca, alegre, henchido de gloria, potente, luminoso, como si no fuera mi propio latido, sino el de él sobre el mío... Y es que él se estaba despertando, y desde la camilla comenzó a mirarme con una mirada de amor y agradecimiento infinito, capaz de sembrar rosas en la ceniza.

...

(Volarela)

Estas flores son para ti. Poemas a Dios. Poesía espiritual de Volarela. Libro en pdf. Gratis.

 


 
 

Ya está disponible mi nuevo libro "Estas flores son para ti".
Son poemas íntimos y líricos dirigidos a Dios. Se le llama poesía mística a este tipo de poesía, pero yo prefiero llamarla poesía espiritual. Esta vez lo he ilustrado con fotografías de flores y elementos naturales.

El libro es gratuito en formato pdf y se puede descargar pulsando en la imagen del libro que hay a la derecha de este blog.

¡Que lo disfruten!

 

ME ENTREGO

 
 
En algún sitio he dejado todas mis puertas rotas.
 
Despacio,
he tirado espejos pintados, 
vestidos sin vida, 
ahogos de seda, troncos muertos.
 
Despacio,
he caminado hacia ti,
sólo hacia ti, 
por entre los pinos del silencio...
 
Sentada ante ti,
escuchando el devenir de las ramas,
el cristalino arrullo del sol entre las nubes...
Cierro los ojos como un tallo de luz...
Y me entrego.
 

***

Dos en la tarde, prosa poética (relato breve). Estampa poética


 


DOS EN LA TARDE

 

  Allí el viejo. Mira sus manos manchadas con la flor del azafrán. Sus arrugas toman un tono anaranjado: y vislumbra el amanecer en su carne. 

 Allí el niño. Corre entre las espigas; y ellas celebran que sea el potro de la inocencia el que de vuelo a sus semillas. 

 Arrecia el viento y al niño se le cae la sonrisa viva como una pluma rosada entre las flores. El viejo, que bajo un algarrobo lo contempla, deja salir una lágrima honda como la que exuda un pino que ha vivido mucho.  El niño tiene tierra en las rodillas y una catedral de polen en el pelo... Sigue con ojillos cascabeleros a una ardilla, que trepa por un tronco con ardor de nube incendiada. 

 El niño tira del pantalón del abuelo. Lo conduce por el río alborotado de su ilusión. Ambos caminan salpicados por la luz, delicada como una orquídea. Y todo se detiene un instante; y hasta el romero contiene su respiración violeta. Se trata de aquella mano arrugada y grande de roble, envolviendo a la otra, pequeña y dócil como las mariquitas. El campo extiende su llanura alrededor de los cuerpos. Puntos de flores y un aire silente los recoge en su cálida respiración sin tiempo. 

 En el suelo hay un nido. Está vacío y emana un aroma vivo de ausencias. El niño lo coge, y mirando al anciano le pregunta dónde están los pájaros que vivieron ahí. Movido por la brisa, un solitario plumón sale del nido y queda flotando en el aire remarcando la quietud blanca de la vida. Cae... 

 El viejo le acaricia el cabello y le señala los trinos que comienzan a escucharse como arpas nuevas en la lejanía bañada del atardecer. Las sombras trazan un arpegio de ternura bajo sus pies.

 

 

 

Prosa poética: Maite Sánchez Romero (Volarela)

Pintura: Claude Monet