Cuentos bajo la almohada: La gaviota (Mini relato)

La gaviota (Mini relato)

 

 

 



 Acuarela: José Luis López http://acuarelaskubi.blogspot.com/

 


                                        LA GAVIOTA


  Bajo sus párpados cerrados todas las heridas sangraban; se sentía líquido vertido al mar, supurando por cada poro de su piel; completamente deshecho; flotando, a merced de una inmensa voluntad de agua. Su pequeño velero fue despedazado en la tormenta más salvaje que la mar hubiera improvisado para ningún mortal. Aferrado a un trozo de plástico como una lapa de carne y hueso aterrorizado, despertó de su inconsciencia y miró al cielo, y luego a su alrededor...

  La palabra que golpeó su mente fue: negrura. La noche se bebía su corazón: Densamente, espesamente, absolutamente. Gotas negras golpeando su piel. Noche rayando sus labios ateridos. Frío. Nada. Soledad despiadada para esa mota de apenas sesenta kilos de voluntad sobre una masa móvil e infinita de agua negra, sin voluntad conocida.

  Qué podía hacer sino rendirse… allí, solo, tendido sobre las fauces del abandono, a latigazos de frío, a mordiscos de miedo que sabían a sal y a muerte. El silencio de las gotas ululaba por su piel… La garganta abismal del mar sabía esperar.

  Volvió a cerrar los ojos: ¡más terror, más frío! Carecía de fuerzas, se disolvía despacio bajo aquella noche total. Dentro de su ser se había roto todo... Y lo aceptó, y se dejó caer, sin lucha ya, a merced de un "Sea" que circulaba como sangre de estrellas por su cuerpo.

  A través de los párpados, medio velados por un sueño que se acercaba, fruto del congelamiento, entrevió una forma blanquecina a su lado. Se mecía, igual que él, en la vastedad cósmica del océano. Estaba hondamente callada, muda como él. No distinguió de qué ser se trataba. Tan sólo captaba una presencia neblinosa que emitía mucho, mucho calor. Y empezó a notar que sus miembros eran cubiertos por una gigantesca pluma caliente. El mar se había vuelto cálido. Ya no temblaba ni sentía pavor. De un modo lírico y piadoso, se sentía acogido. Y se durmió, esperando el ahogo inevitable, consciente de que no era posible hundirse ya más de lo que su alma había experimentado. Un amoroso y lento sueño circuló por sus venas como un río calmo. Se rindió plenamente a esa sensación.

  Despertó. Incomprensiblemente, seguía vivo...

  Quiso moverse, pero no pudo. Estaba extrañamente enredado a una red de pesca. Oyó voces alarmadas de maravilloso timbre humano; voces hermanas...

  Y a su lado había una gaviota, que dormía. Era la misma presencia que le acompañó toda la noche, nítidamente contorneada. El ave, con un graznido limpio como el amanecer echó a volar hacia las abiertas manos del sol.

  Y él creyó sentir todas las gotas del mar a la vez derramarse tersamente por sus ojos.


 

                                                                   *

Maite Sánchez Romero (Volarela)