Cuentos bajo la almohada: junio 2023

Hombre con bombín. Relato

                                                              Desde Rusia con amor
 
 


Fuera de concurso dejo este aporte que es una mezcla de géneros.                                               


                                                   PinterestLaurence Winram, Edinburgh.



                                                            HOMBRE CON BOMBÍN 



 Anduvo toda la tarde por las calles, al azar, hasta que la noche lo engulló como a un pequeño insecto. Más tarde apareció aquella niebla fatídica que marcaría su vida con llagas de humo. Primero, la bruma deambulaba por allí, distraída. Luego, jugó a esconder las cosas con sus manos frías.

  El caminante dejó de reconocer la ciudad; las nubes a ras de suelo desfiguraban los edificios. De pronto se detuvo. No sabía por qué lo hacía, pero sintió ese impulso, fuerte, como un grito en el oído. Estaba casi paralizado ante la entrada de una mansión, medio en ruinas, desdibujada por la neblina. La puerta se mostraba abierta, insolente, dejando salir una vaharada de niebla densa como si fuera el aliento de la casa. Un olor intenso a vegetación descontrolada escapaba por los muros; y entre la hierba del jardín se insinuaba el bulto fantasmal, abatido y siniestro de un antiguo coche oxidado, con todas sus ruedas desinfladas.

  Dos de las ventanas del caserón estaban iluminadas,  dejando entrever una silueta esbelta, femenina, en continuo trasiego. Quizá la casa no estuviera abandonada, pensó el hombre.

  Todo aquello, incluso los olores, le resultaba vagamente familiar; sentía una mezcla de temor, respeto y curiosidad insidiosa. Luchaba por recordar, pero cuanto más se esforzaba, mayor era su hundimiento en una caótica sensación de irrealidad.

  Su estampa frente a aquella destartalada mansión permanecía impávida, medrosa, lamida por las lenguas descaradas de la niebla. Lo iluminaba con brusquedad una farola; parecía puesta allí para que él rebuscara en su interior. 

 En ese momento, la figura borrosa de la mujer se asomó a la ventana y le hizo un gesto muy raro con la mano, como si trazara un círculo. En la desconcertada mente del hombre comenzaron a cruzarse pequeños chispazos de recuerdos, vivaces como renacuajos emergiendo de un estanque: Así, logró recordar, o más bien visualizar, algunos detalles, como el humo de un pitillo sin apagar en el borde de una mesa; dos copas vacías junto a un lujoso reloj sostenido por una ninfa de bronce; el sonido de una música de jazz ascendiendo tórridamente por los encajes de las cortinas. Otras visiones inconexas le llegaban aún con más fuerza, como un vestido de seda rojo colgado indolentemente del pomo de una puerta, o una baldosa suelta que sonaba cada vez que se pisaba. Luego llegó a su memoria la imagen de una mujer, y se le clavó como una dolorosa aguja. Pero por más que se esforzaba era incapaz de reproducir su rostro. Sólo recordaba unos cabellos rubios que pendían del borde de una cama, en cascada dorada hacia el suelo. Y muy cerca de ella, una mano vacilante, y unos dedos, y unos labios… Sus propios labios temblorosos.

  Todo acerca de esa noche estaba parcialmente aniquilado, como si por su mente hubiera pasado un tornado destruyendo sus recuerdos. ¿Quién era esa mujer? ¿La amaba? ¿Era aquella que le hacía aquel extraño gesto desde la casa?

   Y es que el hombre que miraba aquella mansión era un hombre sin niñez y sin juventud.

  Su cerebro fue operado mediante una técnica secreta. Trabajó para el gobierno americano como espía, hacía ya quince años. La misión de la mujer rubia era la última, pero él no podía recordarlo porque inmediatamente después le borraron la memoria a cambio de mantenerlo vivo: la información de aquellas neuronas era excesivamente peligrosa. Pero con el borrado se llevaron toda su vida anterior. Podría recordar sólo desde la operación en adelante.  Le dieron nueva identidad y una vida diferente en otro lugar. El hombre sin pasado no sabe que fue espía; lleva un vacío neblinoso en el eje de su ser.

   “Ella…” pensaba una y otra vez, como queriendo exprimirle todo el sentido a la palabra. En la ventana permanecía la figura femenina, muy alargada ahora, deformada y vibrante como una llama. Dedujo que era efecto de la niebla... No lograba definir sus facciones, pero si notaba su mirada sobre él; y tenía peso. Es ese instante, los faros del coche abandonado se encendieron súbitamente, lanzando dos flashazos de luz a sus pupilas y dejándole momentáneamente ciego. Al cabo de unos minutos recuperó la vista y pudo ver el vehículo ruinoso envuelto de nuevo en la oscuridad. Pero, incomprensiblemente, algo había cambiado dentro de él.

  Se vio a sí  mismo como quien contempla a otra persona desde lo alto de un edificio: observaba un cuerpo joven, casi petrificado bajo la luz de una farola, girándose para mirar por última vez una gran casa.  Llevaba un bombín y una pequeña maleta. En el jardín, un Volkswagen reluciente estaba aparcado en la entrada. Recordó cómo momentos antes lo había abierto para depositar en el asiento trasero una carpeta con documentos. Luego dejo los faros encendidos como señal y se alejó del vehículo.

  Supo que era él hacía quince años. En su mano derecha tenía una pistola, doliéndole como un cepo mordiendo su carne. Y en su mente, vívidamente clavado, un rostro apoyado en una almohada de plumas, con unos ojos color violeta que le suplicaban.

  El hombre del presente gritó todo lo que olvidó el hombre del pasado. A lo lejos ladró un perro con la misma desesperación. Anduvo unos pasos, pero sentía su ser rompiéndose en pedacitos de humo. La figura femenina había desaparecido, y en su lugar salía por la ventana una gran lengua de niebla.

   En el futuro quedaría transformado en un sujeto de sombrero hongo, maletín y una pistola atravesándole la mano. Daba igual que trabajara, saliera con sus amigos o besara a su hijo. Sus retinas llevaban impresas dos faros encendidos, e inevitablemente, un remordimiento frío y húmedo  lo haría volver allí, una y otra vez hasta que la niebla que salía de aquella casa lo succionara por completo.


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©Volarela


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AUDIO RELATO Hombre con bombín