Desierto. Matojo duro. Raso camino. Pupila limpia.
Ardiente pureza quemando mis pasos inútiles en tu vacío.
Inalcanzable onda amarilla por la que cabalgan céfiros de libertad.
Tómame. Serpenteo sin miedo tu fuego, sin miedo tu anchura, sin miedo la abrasada calma de tu mano, el terrible frío de tus estrellas.
Soy tu caricia de pezuñas hundidas siglo tras siglo en tu cálido vientre, soy todas las huellas que murieron en un instante de cegadora luz.
Hermano, viva piedra desecha en millones de futuro polvo; hondura de siglos que no permiten la huida; soy yo frente a ti transformándome en arena sigilosa, que viaja... viaja con leves pies de viento rojo.
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*Reedición (Volarela. 18/03/2012)