( 2º texto añadido a la propueta de Mónica)
OTRA OPORTUNIDAD
Hasta entonces yo tenía una vida simple, incluso feliz. Jamás había pensado en la muerte, ni en el horror, por supuesto. Pero allí me encontré, de bruces, sacado (raptado) de mi casa y echado al lugar más oscuro y deprimente que mi ánimo hubiera imaginado: una checa*. Allí estábamos amenazados diariamente por la tortura o la muerte, unas cuarenta personas, hacinados como cerdos, despreciados hasta lo indecible por ser simplemente sospechosos... de lo que sea, de nada. En mi caso, soy un relojero que cumplía dominicalmente con sus obligaciones religiosas.
Mi ánimo agonizante sobrevivía hundido, completamente aplastado. Miraba sin apenas fuerza a los compañeros discutir por un miserable plato de arroz frío e insípido. Llevábamos diez días y los estómagos maltratados estaban muy furiosos. Entonces llegó uno de ellos, uno de los fuertes, los que tenían derecho sobre nuestra vida. Abrió bruscamente la puerta y nos dijo que se iba a matar a uno de nosotros en represalia por el hombre que se había fugado hacía poco. Sacó un papel de su bolsillo y dijo, con violenta fuerza en la voz, casi con ira negra:
-Aquí os tengo a todos. El que nombre ahora, se pondrá de pie y vendrá conmigo para su ejecución -Y se quedó en silencio, mirando el papel, dudando a quién elegir y estirando el tiempo sin ninguna prisa para torturarnos. De vez en cuando miraba a la masa acongojada, que a su vez tenía sus ojos clavados en aquellas pupilas capaces de sajar una vida.
Mi corazón, antes sumido en un hoyo de alquitrán líquido, ahora despertaba brutalmente. Comenzó a latir desbocado, con una rapidez incontrolable. Por todo mi cuerpo galopaba la primitiva ansiedad animal de ser cazado, que aumentaba a límites de locura ante la imposibilidad de huida. Retumbaba salvaje en mi pecho este corazón; lo oía nítidamente. Y no me preguntéis cómo, pero podía escuchar (o quizá sentir) el de todos los presentes: cuarenta corazones latiendo alocados en el puro miedo que fermentaba en aquel silencio.
Temblé, sudé sangre por las palmas de mis manos. Mi mente aprisionada buscaba escapar, dejar de rebotar en aquel tormento... Pero entonces golpeó la mezquina voz el aire y llegó aguda como un balazo a mis oídos:
-Lucas Santos.
Mi nombre... Había un eco retorcido, maléfico, en esa zeta final, alargada a propósito más de lo normal. La letra viajaba, buscaba su diana entre la multitud. Me buscaba.
Las cabezas de la gente se volvían a un lado y a otro, esperando que saliera el elegido y así terminar de una vez con aquella monstruosa tragedia. Yo sentía un mareo tan grande que pensé que iba a perder la conciencia allí mismo. Aun así, intenté recopilar todas las fuerzas posibles de mi descompuesto cuerpo para levantarme. Sin embargo, algo paralizaba mi voluntad; estaba clavado literalmente a la silla, aún no sé por qué. Volví a intentarlo, tratando de asumir de una vez por todas mi final, pero segundos antes de que mis piernas decidieran su primera contracción muscular, otro se levantó.
-Soy yo -Alzó la mano al decirlo. Luego salió por la puerta como un cordero sumiso dispuesto para el matadero.
Atónito, callé. Lo sé, miserablemente. No podía creer en la suerte que bendecía a uno y condenaba a otro. La probabilidad de que hubiera otra persona con mi mismo nombre y apellido en aquel lugar era prácticamente nula, y sin embargo sucedió... Un delirio del destino que me salvó la vida.
Después de tensísimos minutos, todavía impactados y en silencio, escuchamos a lo lejos un disparo seco, amortiguado por la distancia. Aquel sonido permanece nítido en mis recuerdos, horadando mi calma.
Toda mi vida he dudado de si debía haberme levantado yo también para que el verdugo eligiera a uno de nosotros... Vivo con ello. Aquel hombre no sabía el regalo que me hacía. Nunca lo supo.
A partir de entonces todo cambió para siempre. Yo era un resucitado. Me propuse, en agradecimiento, vivir por mí y por aquel desconocido, buscando la mayor nobleza en todos mis actos.
*
(Anécdota real de la Guerra Civil Española. Esta historia demuestra que la realidad a menudo supera la ficción. Yo me he limitado a cambiar el nombre del protagonista y darle colorido literario.)
*Las checas eran cárceles privadas establecidas por las diversas organizaciones integradas en el Frente Popular, donde se detenía, interrogaba y asesinaba a las personas que consideraban desafectas.
Estremecedor. Intensa descripción de un momento terrible, espantoso, vivido en detalle a través de tus certeras palabras por el protagonista que narra el vuelco que dio su vida por aquel impiadoso asesinato dirigido ¿a él?. Muchas gracias Maite por este segundo texto. Un fuerte abrazo
ResponderEliminarSí. Había en el grupo dos personas que se llamaban exactamente igual. Lo he corregido para que esté más claro.
EliminarUn placer, Mónica.
Gran abrazo
Hola de nuevo, un relato estremecedor me a gustado mucho de veras.
ResponderEliminarPero checas habían en Madrid, Barcelona y otros muchos sitios de España.
La guerra civil, da para muy buenos relatos, te deseo una feliz tarde.
Saludos de flor.
Así es...
EliminarTengo en mi haber varios muy interesantes, y de los dos bandos.
Me alegra que te gustará!
Besos, Flor.
Hola guapa , será para mí un verdadero placer el pasar a leelos , si los públicas.
EliminarTe rogaría si a ti no te sabe mal que me dieras un toque , cuando los publicados por si acoso blogger no me actualiza las entradas , últimamente está muy bago , jajajaja besos de flor.🤗🥰🌺 Te deseo un feliz Domingo.
Perdona pero ando un poco dormida , quise por vago con está v y lo puse con está b, por si acaso , no acoso....Vaya cómo estoy esta mañana , jajaja sorry 😰
EliminarSin problema. Besitos, Flor
EliminarLa miseria con la que conviven a diario, lo miserable de una guerra civil, el miedo, el asco, la pena , la rabia, las ganas de huir de todo y terminar con toda esa mierda, la libertad de elegir, si quedarse a seguir con vida.... No había otro con el mismo nombre, solo una persona que encontró la libertad en la muerte.
ResponderEliminarEl que debía de morir, en sus ganas de sobrevivir no se paro, el miedo a la muerte, congela... el otro prefirió la muerte.. y un balazo lo libero de todo No hay nombres, solo victimas. Tu escoges si seguir o volver a la vida con la dignidad de la muerte.
Gustab.
Es muy fuerte. Es atroz.
EliminarYo tambien me habria parado... el sin nombre encontró la libertad.
ResponderEliminarYo no tengo ni idea de lo que habría hecho.
EliminarBien usaste esa historia real, para convertirla en relato.
ResponderEliminarBien contado. Un abrazo.
Me alegra que lo veas así. Era una ocasión de oro para contarla...
EliminarUn abrazo!
No hay como dar poder y quitar responsabilidad psra destapar la maldad. Aun siendo poco ilustrados, hay que ver como se aguza el ingenio para hacer daño (magistral lo de arrastrando la "z"). La historia Es estadisicamente increible.
ResponderEliminarAceleras el puso del lector sincopadamente con el de los 40.
Abrazooo,maite
"No hay como dar poder y quitar responsabilidad para destapar la maldad".
EliminarExacto. Buena frase. Aquella guerra desató todos los demonios.
Gracias por tus impresiones, me quedo tan contenta de haber trasmitido la tensión que requería esta historia increíble.
Abrazo!
Muy bueno. Es una historia que da pavor. Tremendo.
ResponderEliminarUn abrazo