Te quiero,
sueño blanco,
mi niña poeta anclada a la tierra
FLORECE UNA GARDENIA
Entre sombras, la exquisita llama de una luz se desprende.
Encarnan en ella estrellas de bondad que soplan su fragancia cósmica.
Tiene pétalos de cera tierna y confiada como los dedos de un infante; y un aroma de tarde enamorada le sube por el tallo.
Espirales de inocencia son las hadas que se acercan a escuchar su música de flautas.
Un recuerdo vaga por sus los pétalos con un rumor de ríos que se amaron.
La flor emana, dormida, su perfume, y se vuelven las nubes garzas blancas...
Alguien la roza, repica una campana, despiertan sus hojas barnizadas.
Se mueve, con brisa o sin ella...
Tiembla sola y pura en su naciente baile cristalino.
*
Volarela, 2015